Tania Head, la falsa víctima que vivió seis años en una fantasía (2024)

Era el rostro que encarnaba a la perfección el dolor de todos los supervivientes y víctimas del 11-S. Su historia era la más dramática e increíble de todas. Tania Head contaba que estaba en el piso 78 de la Torre Sur cuando se produjo el impacto. Logró salvarse gracias a un héroe anónimo que le ayudó a bajar por la escalera de emergencias. En su escapada, un bombero moribundo le pidió entregar su anillo de casado a su futura viuda. Fue lo primero que hizo cuando se recuperó de las quemaduras que le dejaron cicatriz en el brazo derecho. Pensar en el vestido blanco que llevaría en su inminente boda le dio fuerzas para escapar del terror. Luego descubrió que Dave, su prometido, había muerto en la Torre Norte. Nadie se molestó en comprobar los detalles de la historia que repitió decenas de veces ante compañeros, autoridades y visitantes de la zona cero. Hasta que, en 2007, ‘The New York Times’ descubrió que en el relato de Tania, entonces presidenta de la asociación de víctimas WTC Survivors Network, las piezas no encajaban.

En el sexto aniversario del desastre, Tania Head canceló hasta tres veces sin explicación su entrevista con ‘The New York Times’, que estaba elaborando un perfil de los supervivientes de los pisos más críticos. Y eso que muchos compañeros de la red de supervivientes trataron de persuadirla para aclarar detalles que nunca contó, como el nombre del hospital en el que fue tratada o del bombero cuyo anillo entregó a su viuda. Entonces hablaron con Merrill Lynch & Company, la empresa para la que supuestamente trabajaba en el momento del ataque. Ninguno de sus empleados respondía al nombre de Tania Head. Tampoco había registros de su paso por las universidades de Harvard y Stanford, donde decía que estudió. Y, efectivamente, Dave murió en la Torre Norte, pero la familia y amigos del joven dijeron que nunca habían oído hablar de la tal Tania.

Tania Head no tenía sueldo como presidenta del WTC Survivors Network y, según sus compañeros, ponía a disposición de la ONG su trabajo e incluso su apartamento

Tras el escándalo, la organización WTC Survivors Network -para la que había empezado a trabajar en 2004 tras crear un grupo de ayuda por internet para los supervivientes- la cesó como presidenta y aclararon que no volvería a trabajar en la ONG ni como voluntaria ni como guía por la zona de la tragedia. Ellos, cuentan al ‘The New York Times’, «no fueron capaces de verificar su conexión con los atentados». Su abogada, explica el diario americano, dijo a los medios que ni ella ni su cliente podían dar declaraciones «con respecto a la veracidad de su relato». Por su cargo como presidenta, añadieron portavoces del grupo, no recibía ninguna remuneración. Estaba volcada con su labor, incluso había organizado eventos en su propio apartamento.

De Tania a Alicia

Sin embargo, la verdadera identidad de la gran impostora del 11-S no fue descubierta hasta días más tarde, cuando Marta Forn, periodista de ‘La Vanguardia’, recibió una llamada reveladora: «Esa mujer no es americana. Es de Barcelona y la conozco perfectamente. No me puedo equivocar, es Alicia Esteve». Tania Head, descubrió más tarde, era en realidad Alicia Esteve Head, una joven perteneciente a una familia de conocidos empresarios barceloneses que se vieron implicados en 1992 en un escándalo económico denominado el caso Planasdemunt. Según cuenta la reportera catalana, su padre, Francisco Esteve Corbella, y su hermano, Francisco Javier Esteve Head, fueron condenados a penas de prisión por un delito de falsedad documental. Aquel fatídico 11 de septiembre de 2001 ella ni siquiera estaba en Nueva York.

Tania Head, la falsa víctima que vivió seis años en una fantasía (1)

«Hablé con muchos amigos suyos que me llevaban a compañeros de trabajo, y todos coincidían en que era muy fantasiosa, mentía mucho y tenía una gran necesidad de caer bien, ya que a veces no agradaba porque era muy orgullosa y un poco soberbia», recuerda Marta Forn en conversación telefónica con ABC. «Pero claro, necesitaba demostrarlo más allá de los testimonios. Pude probarlo gracias a la cicatriz de su brazo derecho, según ella consecuencia de las heridas del 11-S. Antes, a sus conocidos en España, les contó que tuvo un accidente con su novio en un Ferrari. Le amputaron el brazo derecho para, posteriormente, reimplantárselo. Pedí fotos a sus conocidos hasta que conseguí una imagen de una fiesta de empresa en la que se le veía la cicatriz del brazo. Ese detalle servía para identificarla».

Necesidad de atención

Cuando la prensa desmontó su fantasía, Tania Head desapareció. «En su momento no pude hablar con ella, solo con su madre, que le dio un buen consejo: estar callada y desaparecer», sostiene Forn. «Luego me la crucé por la calle tras publicar la noticia. Le dije: ‘Hola, Alicia’. Y me respondió: ‘Te equivocas, no soy Alicia’. Y no quiso hablar más. En 2012 encontró trabajo en una empresa en Barcelona, pero tras el estreno del documental ‘The woman who wasn't there’ (‘La mujer que no estuvo allí’), los responsables de la empresa descubrieron su historia y fue despedida». En esa producción, dirigida por Angelo J. Guglielmo Jr., muchos supervivientes se mostraron terriblemente decepcionados con su mentira. ¿Quién podía inventarse algo de lo que nadie quería formar parte?

La última vez que alguien la vio, al menos hasta donde han llegado las investigaciones de Forn, fue en Los Ángeles, la ciudad de los sueños y las ilusiones. La reconoció un taxista. «Si la encontrase, me gustaría preguntarle en qué momento se le pasó hacer todo eso y por qué. Es enfermizo, se debió creer su propia mentira. Y no lo hizo por beneficio económico, sino por esa necesidad de reconocimiento», plantea la periodista.

«Estas personas que tienen necesidad de reconocimiento normalmente tienen una autoestima muy baja y cuando son mínimamente reconocidas es como si se engancharan emocionalmente a esa sensación. Y es tan agradable que hace lo que sea por mantenerla», señala la psicóloga Mónica Pereira. No parece, apunta esta especialista, que responda al perfil de esos estafadores que buscan lucrarse a costa de las necesidades o desgracias de los demás, «perfiles con trastornos más psicopáticos». «En este caso, probablemente empezó con una mentira de la que luego no pudo salir porque fue creciendo. Nunca había tenido tantos ojos mirándola. Y la invención se mantiene entonces por miedo a las consecuencias. Si el reconocimiento por parte de los demás era tan importante para ella, sabía que si mentía se llevaría lo contrario, rechazo. Entonces, por un cúmulo de situaciones se mantuvo ahí. Con el dolor y el shock que teníamos todos, no era difícil que pareciese real. Lo importante ahora es que, aunque sea difícil salir de algo así, la gente sea consciente de que con un buen trabajo emocional se puede vivir con ello».

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